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Editorial de enero: ¿Qué es lo peor que te puede pasar?


El fracaso es una consecuencia inevitable de la condición humana. Lo más importante es cómo lo aceptamos.
Estarás tan aliviado como yo al saber que la terrorífica profecía de los mayas que aseguraba que el mundo terminaría en el 2012, ha sido pospuesta, gracias a un error de cálculo en la conversión del calendario maya. Pero mi alivio volvió a ser terror tras leer "El carraspeo del vigilante" de la bióloga y gurú de los negocios Rebecca Costa, subtitulado "encontrando una manera de evitar nuestra extinción". Costa cree que los mayas tienen un mensaje alarmista, que señala por qué nuestros esfuerzos para solucionar problemas (sociales y personales) suelen fracasar. A diferencia de las predicciones para el 2012, su tesis no habla de cuerpos celestes que chocan contra la tierra, lo que es un punto a favor, pero no quita gravedad a las argumentaciones de Costa.
Nadie sabe a ciencia cierta por qué la civilización maya, a pesar de todos sus avances, desapareció entre el 750 y el 850. Las teorías son abundantes: sequías, enfermedad, guerra... pero Costa cree que pudo ser todo a la vez. Los mayas habían alcanzado su "umbral cognitivo": habían creado una sociedad tan compleja que superaba su capacidad para entenderla, por lo que ya no podían encontrar soluciones a sus problemas. No hace falta que estés de acuerdo con las controvertidas ideas sociobiológicas de Costa, para darte cuenta de que vamos en la misma dirección que los mayas, aunque peor. Nuestra evolucionada capacidad cognitiva es la misma que en el año 850, pero nuestra sociedad es mucho más compleja. Costa escribió que "la velocidad con la que nuestro cerebro desarrolla nuevas habilidades, es millones de años más lenta que nuestra capacidad para generar cambios e información nueva". ¿Qué solución tenemos para el calentamiento global, las crisis financieras y el terrorismo? Las respuestas no están a nuestro alcance.
Todos estos problemas también nos afectan a un nivel personal, y no sólo porque la destrucción de nuestra civilización puede resultar desmoralizadora. La complejidad de otros retos mucho más mundanos (tener una vida saludable, ser feliz con nuestras relaciones laborales, etc) pueden parecer igualmente demoledora, aunque no estén fuera de nuestras habilidades técnicas. Por definición, no podemos recurrir a cualquier solución improvisada: Costa define la complejidad la situación en la que "manejamos más soluciones equivocadas que acertadas".
Peor aún, nos hacen creer que estamos solucionando los problemas, evitando cualquier sentimiento de urgencia (si evitas usar bolsas de plástico, evitas el calentamiento global). La única táctica racional es la de intentar todo al mismo tiempo (lo que Costa llama "incrementalismo paralelo"), siendo consciente de que muchos de los métodos usados fallarán. ¿Debemos luchar contra el calentamiento global con política, con nuestro estilo de vida o con tecnología? ¿Debería luchar contra mi falta de energía durmiendo más, comiendo mejor o consultando a un médico? La solución es acil: todo a la vez.
Costa cree que deberíamos pensar como inversores capitalistas, que consiguen una fortuna, a pesar de que el 80% de sus inversiones fracasa. Aunque saben que el 20% de sus inversiones van a ser exitosas, no saben cuáles. En el caso de un problema complejo, intentar una solución, y enfadarse porque has fracasado, es absurdo: cualquiera de las soluciones puede fracasar. La mentalidad que necesitamos no es la de recurrir a un mantra positivo como "es imposible fallar", sino que "los fallos son inevitables", y de los fallos se aprende. Es una conclusión sorprendentemente esperanzadora: nunca sabremos cómo conseguir lo que queremos, o evitar el desastre absoluto, pero podremos solucionar nuestros problemas, de alguna manera.

 

 

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