Quantcast

Editorial de diciembre: Solos en Navidad

 

 

"La Navidad ya ha llegado, el tiempo más feliz del año…". Al menos eso es lo que dice la canción, pero para muchos de nosotros, más de los que podemos imaginar, las Navidades es una estación de una infelicidad profunda y prolongada, también conocida como soledad. La felicidad no se dispara por el comienzo del bombardeo publicitario para que empecemos las compras navideñas. Tampoco son felices los que tienen familias pequeñas, o tristes o inexistentes, especialmente cuando tienen que pasar por todos los tumultos de las festividades familiares obligatorias… y por todos los sentimientos familiares. A los solitarios se les pregunta cuáles son sus planes para Navidad. La respuesta suele producirse en las siguientes palabras: "no tengo ningún plan especial. Nos limitaremos a atrincherarnos en casa, otra vez solos; y esperaremos a que acabe todo". ¿No suena un poco carente de alegría festiva? Algunos ni siquiera tienen una casa en la que ponerse de mal humor. Otros tienen casas, pero más que hogares, son prisiones. Muchos languidecen en prisiones de otra naturaleza. Para muchos, la soledad se intensifica cuando celebramos la (supuesta) tradición de la llegada de la Nochebuena, en la que Dios está con nosotros. Pero nosotros, ¿estamos con los demás? ¿Nos conocemos? ¿Podemos ver más allá de la superficie de los demás, en el sufrimiento interno de nuestros hermanos y hermanas? La soledad es el gran secreto de la posmodernidad, y se agrava cuando pretendemos con todas nuestras fuerzas que no estamos solos. Como muchos críticos has señalado, las comunidades se están desmoronando en nuestra sociedad contemporánea. La comunidad implica, al menos en parte, participación cívica: atender encuentros, votar, conocer a tus vecinos, voluntariado, ayudar a estudiantes con sus exámenes. En su lugar, solemos encerrarnos en nuestra burbuja, dando vueltas con nuestros iPods, yendo a la carga en nuestros gigantes de metal, prestando atención de forma exclusiva a nuestros móviles, mientras murmuramos entre desconocidos, nos quedamos hipnotizados mirando a pantallas, y jugando a videojuegos en solitario. ¿Es esto suficiente, o necesitamos una solución? No existe una gran solución en esta civilización. Pero existen pasos pequeños que pueden romper los glaciares de la soledad entre nosotros. Seguramente todos podemos pensar en pequeños actos de amabilidad. También podemos hacer un esfuerzo y pensar en algunas frases que nos ayuden a romper con la soledad estas Navidades, y nos acerquen a la riqueza de vivir en comunidad.

 

 

Substratum