¿Son las granjas verticales el futuro de la alimentación en las ciudades?
¿En el panorama actual, en el que aumentan las bocas que alimentar y la demanda de tierra, vamos a examinar si los alimentos que comamos en el futuro provendrán de nuestras azoteas.
Soñar no cuesta tanto: El sistema Valcent
Las bóvedas se elevan tan alto como los muros de la ciudad, sosteniendo los juncales en betún y yeso. Las diferentes filas de galerías miran por encima de sus vecinos para alcanzar la luz del sol, y el agua del río se bombea a través de conductos hasta el más alto nivel. La capa superior del suelo era lo suficientemente gruesa como para cobijar a los árboles más grandes. Estos eran los celebres Jardines Colgantes de Babilonia, según lo escrito por los historiadores griegos Diodoro y Calístenes, siendo el ejemplo más temprano de arquitectura vertical. Volviendo a nuestra era, la compañía Valcent, dirigida por Dan Caiger-Smith está trayendo este concepto al siglo XXI, y han inaugurado recientemente la primera granja de este tipo en el zoo de Paignton, en Devon. Es una idea asombrosamente simple: sacar el máximo partido a una cantidad pequeña de espacio, llenando los invernaderos de semilleros apilados unos encima de otros. Las presiones financieras y medioambientales en la agricultura moderna han despertado un nuevo interés en las granjas verticales. Con una población mundial que puede llegar a alcanzar los 9 billones en el 2050, la competición para que la tierra cultive alimentos y cultivos energéticos es cada vez más feroz. Cuatro quintas partes de la Humanidad vivirá en áreas urbanas densas, y el aumento de la concienciación respecto al agua y a las emisiones de carbono que conlleva transportar comida desde la otra punta del globo, ha impulsado la necesidad de consumir sólo productos cultivados localmente. Por lo tanto, es fácil ver el atractivo de un sistema que, según sus defensores, puede superar la productividad de los actuales espacios agrícolas hasta 20 veces, a la vez que se ahorra en agua y energía, se reduce la contaminación que conllevaba traerlos desde la otra punta del globo, y entregando alimentos mejores y más seguros, por lo que responde a muchos grandes interrogantes del futuro. El sistema de Valcent necesita la misma energía que tener el ordenador encendido 10 horas al día. Con eso basta para producir medio millón de lechugas en un año, y, 7 veces menos que la energía necesaria para hacer crecer el mismo cultivo en la agricultura tradicional. La granja de 100 metros cuadrados situada en el zoo de Paington cultiva verduras para la alimentación de los animales. Funciona gracias a la técnica de la hidroponía, en el que las plantas se cultivan en soluciones de nutrientes, en vez de tierra. Apiladas en bandejas de 8 capas de alto, los cultivos son rotados de forma continua, para asegurar que todos tienen un acceso adecuado al aire y a la luz del sol. El sistema también permite la reutilización de aquellos nutrientes que no hayan sido absorbidos por las plantas, por lo que son recogidos y redistribuidos, junto con el agua, reduciendo el uso y minimizando los desperdicios. Los responsables de esta empresa aseguran que éste es sólo el principio, teniendo en este momento, 150 clientes en todo el mundo, comprobando si la hidroponía también puede satisfacer las necesidades de la producción de alimentos humanos.
¿Cómo lo han conseguido?
Existe una abundancia de conceptos inspiradores e impresiones de artistas, pero ninguno que esté en pleno funcionamiento, por lo que hay que preguntarse cómo han conseguido que las granjas verticales funcionen de forma tan eficiente y sean productivas.
Recortando muchos gastos. Para empezar, no necesitan tractores ni equipamiento que dependa de combustible. También se han reducido de forma drástica las distancias entre productor y consumidor. Los expertos creen que la agricultura intensiva es, hoy en día, totalmente dependiente de de los combustibles fósiles, desde el uso de fertilizadores derivados del nitrógeno, hasta el equipamiento mecánico, transporte y refrigeración, por lo que la agricultura urbana tiene más sentido que nunca. Los productos perecederos que se deterioran durante el transporte, en particular, tienen un gran potencial.
Por otra parte, la tradicional dependencia de las variaciones meteorológicas es eliminada de la ecuación, ofreciendo mucha más seguridad a la cadena de suministros.
Los modelos de negocio que hayan demostrado su éxito todavía se encuentran lejos. Haría falta un mercado de valores para conseguir alcanzar la cima. Existen serías dudas de que las ganancias de las cosechas verticales serían suficientes para recuperar la renta, aunque esto no ha frenado el interés. Se han diseñado dos nuevos modelos para superar este problema: el primero es una pequeña vaina hidropónica para las azoteas, con una forma curva para maximizar la exposición a la luz solar. La segunda, es una granja vertical diseñada en torno a una escalera de incendios de un rascacielos.
El mantenimiento también ha demostrado la tierra urbana no siempre se adquiere a los precios más caros. Estas organizaciones han lanzado el programa Crecimiento Capital que va a intentar crear 2.012 nuevos espacios de cultivo en Londres antes de que la ciudad albergue los Juegos Olímpicos ese año. La búsqueda abarca todo tipo de "rincones y grietas", desde patios escolares a orillas y canales, y todas las azoteas.
La otra opción es desarrollar la actividad en una escala industrial. Se cree que hay margen para llevar la agricultura vertical a un nivel totalmente nuevo. Se quiere crear un nuevo tipo de rascacielos para cambiar el horizonte de la Gran Manzana: vastos edificios de varias plantas dedicados a la agricultura vertical. Un edificio de 30 plantas podría proveer suficiente comida para 10.000 personas.
Cada vez hay más arquitectos que cree que la agricultura vertical tiene futuro. El arquitecto belga Vincent Callebout ha diseñado los planos para una gran torre en la isla Roosevelt, en Nueva York. El proyecto de Callebout, apodado la luciérnaga, consiste en crear edificios con interiores fértiles y exuberantes, que funcionan como ecosistemas sostenibles y autónomos, que producen alimentos para sus residentes.
No sólo se trata de un ejercicio de imaginación.
Iniciativas
En Milwaukee ya han probado con éxito este concepto, con un sistema comunitario acuícola de alimentos, denominado Growing Power. Es un sistema de cultivo simbiótico basado en la vida acuática, como los peces tilapia y la carpa amarilla, para redistribuir nutrientes. Los residuos de las fertilizantes provenientes de los peces sirven para fertilizar las plantas, al mismo tiempo que los residuos de los vegetales y los gusanos alimentan a los peces. Tanto los vegetales como los peces son vendidos a negocios locales a un precio fijo, por lo que los residentes locales pueden comprar estos productos directamente de la granja a un precio reducido. Si se demuestra que los alimentos verticales son más baratos de producir y consumir, es poco probable que surjan voces en contra.
Si se demuestra que los alimentos verticales son más baratos de producir y consumir, es poco probable que surjan voces en contra. En pocos años, “cultivado localmente”, puede significar que ha sido cultivado a muy pocos metros de nuestra casa.
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